sexta-feira, 4 de junho de 2010

Alegaçoes finais II

Cuando digo que me parece comprender a Calígula, ¿será que mi orgullo se halaga a sí mismo? Suetonio, buscando denigrarlo y desenmascarar su locura, le rindió sin querer un homenaje:“Sufría particularmente de insomnio, ya que no dormía más de tres horas por noche; y aún ese reposo no era completo sino agitado por extrañas visiones: en cierta ocasión soñó que hablaba con el espectro del mar”. Ese mismo historiador nos cuenta que no besaba nunca en el cuello a su esposa o a sus amantes sin recordarles que él tenía la potestad de cortarles la cabeza. ¿No escondemos todos en el cenagal de nuestra alma deseos como los que se ponen en boca de siniestros emperadores? Nombrar cónsul a su caballo, ¿no es acaso un juicio válido sobre los hombres? Y, además, en un imperio tan inmenso habría sido una falta de gusto creer en sus semejantes. Los emperadores romanos de la decadencia, monstruos inspirados por el genio del hastío, tuvieron tanto estilo en la locura que los estetas del mundo son unos payasos de feria y los poetas unos improvisadores de sombras comparados con ellos. Si yo hubiese vivido en la Roma de las infiltraciones cristianas, habría custodiado las estatuas de los dioses agonizantes o habría defendido a pecho descubierto el nihilismo de los césares. La magia de la decadencia reside en la ondulante sugestión de los agotamientos históricos y la necesidad de suplir con aberraciones el vacío de la gloria y con la locura el ocaso de la grandeza. Por mucho que atraigan las alturas, es en la sangre donde se bañan los antepasados de la locura. La crueldad es inmoral para los contemporáneos; como pasado, se transforma en espectáculo, al igual que el dolor encerrado en un soneto. La mismísima lepra se convierte en motivo estético si la historia la recoge en sus páginas. Sólo el instante es divino, infinito, irremediable. El instante que uno está viviendo. ¿Cómo me van a dar lástima las vícitmas de Calígula? La historia es una lección de inhumanidad. Ninguna gota de sangre del pasado perturba este ahora en el que soy. Más me enternece el espectro de aquel mar que aterrorizaba los sueños del infortunado emperador.

Cioran